«¡Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría se perfeccione en la escucha definitiva y para siempre de su voz!», con estas palabras Francisco terminó la homilía en el funeral de Benedicto XVI, ante miles de fieles que colmaron la Plaza de San Pedro para dar su último adiós al papa emérito.
Unas 100.000 personas entre los laicos, religiosos y religiosas de diferentes congregaciones, autoridades, públicas y eclesiásticas procedentes de todo el mundo.
Estuvieron presentes también los representantes de las delegaciones ecuménicas que participan en la celebración, patriarcas de diferentes partes del mundo para unirse a la celebración y dar muestra de esa comunión con la Iglesia en un momento clave para la historia.
En la madrugada comenzaron a llegar los fieles en una mañana fría y nublosa en Roma. Nadie quiso perderse ninguno de los símbolos que rodean a las exequias de un Sucesor de Pedro, como el Santo Rosario que generó un ambiente de oración y recogimiento imponente. Otro de los momentos más emotivos fue cuando los doce sediarios y el maestro de ceremonias pontificio transportaron los restos de Benedicto XVI en el féretro desde la basílica a la plaza de San Pedro del Vaticano.
El papa Francisco llegó en silla de ruedas, y tomó lugar en el palco, dando inicio a la celebración fúnebre, concelebrada por unos 130 cardenales, 400 obispos y casi 3.700 sacerdotes.

