“Mediante la curación del corazón humano es como se puede esperar curar al mundo de su malestar social y ambiental”, expresó el papa Francisco en el discurso entregado esta mañana al grupo de expertos que colaboran con la Conferencia de Obispos de Francia sobre el tema de Laudato si’, a los que recibió en el Palacio Apostólico.
El pontífice dio la bienvenida al grupo de laicos comprometidos con la causa ecológica y felicitó la iniciativa de la Conferencia Episcopal Francesa de hacerlos participar de este encuentro y de las reflexiones de los obispos franceses sobre la encíclica Laudato si’.
“Somos parte de una sola familia humana, llamada a vivir en una casa común de la que constatamos, juntos, la inquietante degradación”, comienza afirmando el pontífice en su discurso.
Francisco destacó cómo “la crisis sanitaria que atraviesa actualmente la humanidad nos recuerda nuestra fragilidad. Comprendemos hasta qué punto estamos ligados unos a otros, inseridos en un mundo cuyo devenir compartimos, y que maltratarlo no puede por menos que acarrear graves consecuencias, no sólo ambientales, sino también sociales y humanas”.
Ante esta situación el Papa se alegra de que “la toma de conciencia de la urgencia de la situación se haga sentir en todas partes, de que el tema de la ecología cale cada vez más en las formas de pensar en todos los ámbitos y empiece a influir en las decisiones políticas y económicas, aunque quede mucho por hacer y sigamos siendo testigos de demasiada lentitud e incluso de retrocesos”.
Al respecto el pontífice destaca que “por su parte, la Iglesia Católica quiere participar plenamente en el compromiso de la protección de la casa común”.
“No tiene soluciones preestablecidas que proponer -advirtió- y no ignora las dificultades de las cuestiones técnicas, económicas y políticas que están en juego, ni todos los esfuerzos que este compromiso conlleva. Pero quiere actuar concretamente donde sea posible, y sobre todo quiere formar conciencias para favorecer una conversión ecológica profunda y duradera, que es la única que puede responder a los importantes desafíos que enfrentamos”.
Y añadió el pontífice que “las convicciones de fe ofrecen a los cristianos una gran motivación para la protección de la naturaleza, así como de los hermanos más frágiles”.
“La Biblia nos enseña que el mundo no nació del caos o del azar, sino de una decisión de Dios que lo llamó y siempre lo llama a la existencia, por amor. El universo es bello y bueno, y contemplarlo nos permite vislumbrar la infinita belleza y bondad de su Autor”, explicó Francisco.
“Cada criatura, incluso la más efímera, es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. El cristiano no puede sino respetar la obra que el Padre le confió, como un jardín para cultivar, para proteger, para que crezca según sus posibilidades”.
“En este jardín que Dios nos ofrece, los seres humanos están llamados a vivir en armonía en la justicia, la paz y la fraternidad, el ideal evangélico propuesto por Jesús”, escribe Francisco en su discurso.
De ahí el Santo Padre señale que “cuando la naturaleza se considera únicamente como un objeto de lucro e interés – una visión que consolida el arbitrio del más fuerte – entonces se rompe la armonía y se producen graves desigualdades, injusticias y sufrimientos”.
“Todo está conectado”, resaltó Francisco. “Es la misma indiferencia, el mismo egoísmo, la misma codicia, el mismo orgullo, la misma pretensión de ser el amo y el déspota del mundo lo que lleva a los seres humanos, por una parte, a destruir las especies y a saquear los recursos naturales, por otra, a explotar la miseria, a abusar del trabajo de las mujeres y de los niños, a abrogar las leyes de la célula familiar, a no respetar más el derecho a la vida humana desde la concepción hasta el fin natural”.
Y concluye el Papa subrayando que “no habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano, y mediante la curación del corazón humano es cómo se puede esperar curar al mundo de su malestar social y ambiental”.
El discurso de Francisco a los laicos franceses finaliza haciendo un llamado a la esperanza.
“Los cristianos no perdemos la esperanza, porque tenemos los ojos puestos en Jesucristo. El es Dios, el Creador en persona, que vino a visitar su creación y a habitar entre nosotros, para curarnos, para restablecer la armonía que hemos perdido, la armonía con nuestros hermanos y la armonía con la naturaleza”. +